Los alemanes llegaron, golpearon y triunfaron; no hubo piedad, gastaron un ritmo frenético que puso toda la carne en el asador, y a más de uno en el cielo.

Uno de los mejores ‘mix’ que ha dado la electrónica de los últimos años tenía marcada en su gira parada en Madrid, atrás quedaba aquel caluroso mes de agosto en el que un anónimo día salieron a la venta –y en pocas horas agotaron– las entradas para la cita; el trío formado por los dos Modeselektor, Sebastian Szary y Gernot Bronsert junto a Sascha Ring, responsable de Apparat, llegó a Madrid dipuesto a conquistar a las más de 2.000 almas que abarrotaban la mítica sala La Riviera.

Y tal propósito fue marcado como objetivo nada más aparecer sobre las tablas, aunque una curiosa imagen sobre las pantallas nos avisaba de que su show es algo oscuro y recomendaba al personal no utilizar los flashes o linternas de sus dispositivos para grabar –algo desde luego que acertado– ya que aún uno no sabe para que puñetas sirve tener encendido el flash para grabar a unos tipos que mínimo vas a tener a unos diez metros en el mejor de los casos.

Una sugerente música nos anticipaba, a medida que iba aumentando el volumen, que el trío estaba a punto de aparecer en escena, y lo hizo, desde la oscuridad y tras un silencio que contagió a todo el respetable, las luces se encendieron acompañando los primeros compases de “Eating Hooks” a los que prosiguió su novísimo hit “Running”. He leído en Instagram: “Cuando Sascha cogía el micro, había que echarse a temblar”; sí, esa podría ser la descripción perfecta de lo que esa voz transmitía, ni un atisbo de cansancio después de un largo fin de semana –venían de tocar en París y Bilbao– y una gira casi completa a las espaldas.

Una energía que instrumentalmente era acompañada por los poderosos –y esta vez agresivos– ritmos que escupían las máquinas de Sebastian y Gernot, un viaje a través de grandes éxitos, de los que “New Error”, fue el primero en sonar y volver majareta a todos y cada uno de los que allí estábamos; desde ahí, y sin parar, por delante tuvimos una hora y quince minutos en la que los chicos solo tenían en mente dejarnos bien contentos.

Consiguieron trasladarnos a la esencia de un festival, el “lenguaje Moderat” supo atrapar; arrasaron y fue de una manera sublime e infalible, poniendo el broche de oro con un “Bad Kingdom” que supo a regalo.